Katherina Goregliad Psicóloga – Terapeuta

Estaba en el oftalmólogo y de pronto ingresa una mamá con su hija. La adolescente, de 14 años aproximadamente, debía escoger la montura para sus lunas. La madre le dijo: “elige el que te guste hijita”. Ella, comenzó a buscar y eligió un color morado con estrellas pintadas. Inmediatamente la madre replicó: ¡pero qué feos hijita! búscate otros. La adolescente encontró uno de color negro. Una vez más, la madre le dijo: “hija, esos te hacen ver mayor”. Para finalizar la historia, la madre termina eligiendo los nuevos lentes de la hija; ella, mira al piso y con voz cabizbaja le dice: ¿está bien mamá? ambas salen de la tienda.

Esta historia es simple de narrarla, pero trae consigo un gran trasfondo que afecta directamente en la autoestima y en las emociones de la menor. Quizá, pueda verse como una “recomendación” que hace la madre, pero realmente ella le corta la capacidad de decisión a la adolescente e impone su voluntad. Entonces ¿qué sucede cuando los padres neutralizan nuestra capacidad de elección? ¿ por qué mutilan nuestra voluntad? ¿Qué sucede en la mente de los padres? Ahora pasaremos a analizar, brevemente, el caso en mención:

Los padres construyen o destruyen nuestra personalidad; eso es innegable. La autoestima se ve reflejada en los aspectos valorativos de la persona y en sus emociones; es ahí donde vemos la consecuencia. Una persona con buena autoestima tiene mejores relaciones intrapersonales, son más independientes, expresan mejor sus sentimientos y sus opiniones a sabiendas que puede gustar o no a los demás[1]. ¿Creen que la adolescente, la de los lentes, podrá expresar sus sentimientos en próximas oportunidades? ¿Será independiente cuando se trate de tomar decisiones? Definitivamente, no.

Según Roa García[2], en la autoestima tenemos tres componentes: a) cognitivo, que son los conocimientos que cada uno tiene de sí mismo. b) afectivo, como el sentimiento de valor que nos atribuimos sea positivo y/o negativo. c) conductual, relacionado con el actuar.

Volviendo a las preguntas planteada en el párrafo precedente, y ahora basándonos en los componentes de Roa, podemos decir que la madre creó un valor negativo en su hija, es decir, la desvaloró. Ahora la adolescente descalificará sus propias decisiones considerándose, posiblemente, una “inútil” cuando tenga que elegir entre una cosa y otra; además de la dependencia e inseguridad presentes y que generará un apego negativo hacia la madre posesiva. Sí, esa conducta era de una madre posesiva. Yo elijo y decido por ti. Se ha quebrado la voluntad de la menor.

Nosotros, padres de familia, tenemos una gran responsabilidad, y es la de acompañar a nuestros hijos en la construcción de su autoestima; una que les permita sentirse valorados y con capacidad de actuar (voz y voto) frente a la vida. No debemos elegir por nuestros hijos, sí orientarlos. Las decisiones que ellos tomen (sean o no acertadas) los harán hombres y mujeres seguros(as) de sí mismos. Acompáñenlos en sus elecciones; somos guías, no verdugos.

Finalmente, a todos los padres les recomiendo:

  1. Oír a sus hijos
  2. Respetar sus elecciones. Una vez que ellos fundamenten por qué lo hicieron, recién podremos dar nuestros argumentos de estar de acuerdo o no. El no estar de acuerdo, no quiere decir que ellos cambiarán su decisión porque más adelante deberán asumir la responsabilidad de las mismas.
  3. El simple hecho de respetar sus decisiones les dará seguridad en la vida. Se sentirán capaces de enfrentar dilemas de elección. Es difícil ver cómo nuestros hijos muchas veces caen en el círculo vicioso de la incertidumbre por falta de seguridad para afrontar las cosas.
  4. El afrontar sus elecciones, les permitirá conocer o la victoria o la derrota. Frente a los errores, tendrán que aprender a lidiar con la frustración y habrá que orientarlos hacia el camino de la tolerancia y de la reflexión frente a una próxima decisión. Ojo, nuestro papel no es reprochar (el famoso: “te lo dije”) sino el de enseñar.

De esta manera, habrá formado un hijo(a) con un autoestima que le permita afrontar las inclemencias de la vida. Sabrá que él vale y que sus decisiones siempre fueron apoyadas por sus padres bajo cualquier circunstancia. Espero que la madre de esa menor, se dé cuenta que ha cercenado la voluntad de su hija y que, probablemente, ya marcó sus emociones y su autoestima de manera negativa. ¡Es momento de reflexionar papás!

 

[1] En ese sentido, Roa García, Ana (2013) La educación emocional, el autoconcepto, la autoestima y su importancia en la infancia. Centro Clínico de la Psicología y el Lenguaje. Universidad Complutense de Madrid – España, página 243.

[2] Ídem, página 244 ss