Katherina Goregliad Psicóloga – Terapeuta

En la terapia no solo se trabaja la reconstrucción de la pareja que ha llegado con conflictos emocionales, sino también existe la posibilidad de orientarlos para que logren culminar, de la mejor manera, la relación que aún mantienen. En las siguientes líneas, quiero abordar, de manera sucinta, el aprender a decir adiós en las relaciones de pareja.

Cuando uno lee el Banquete de Platón podemos decir, en términos generales, que el amor consiste en que el otro (la pareja amada) sea feliz. En la obra, el personaje de Fredo comenta que el Dios del Amor, Eros, era capaz de movilizar al ser amado hasta lograr una fuerza generadora de cualquier acción tanto así, que este podía entregar su propia vida y lanzarse a los brazos de la misteriosa muerte, todo ello con el propósito de ver feliz a su pareja. Siguiendo las palabras de este personaje podemos decir que: ¿seguimos teniendo la voluntad de renunciar a nosotros mismos (egos) por hacer feliz al otro, a mi pareja?

Sin ánimos de ser pesimista, me animo a decir, en base a mi experiencia profesional, que esa voluntad de renunciar a mí mismo en razón del otro se ha perdido. Los egos, creencias y emociones nos ganan y terminamos tergiversando nuestros deseos de “estar con y para el otro”, por el “no te soporto”, “ya me hartaste”, “siempre es lo mismo”, “nunca vas a cambiar” y hasta un “te odio”. Es decir, ya no quiero a quien juré lealtad y amor eterno.

Es posible que el amor cambie, se transforme o se extinga; es ahí donde el terapeuta debe examinar las circunstancias y, junto con la pareja, determinar el rumbo a tomar: o se construye bajo una mirada no tóxica a la nueva pareja donde se construirán creencias conjuntas o se toma el camino de la separación.

Aquí hablaré de la segunda opción, la separación. El terapeuta deberá trabajar el desapego es decir, esa desunión que se dará en el ámbito emocional. También, deberá tener la capacidad para alinear la comunicación verbal y no verbal ahora que la pareja ha decidido seguir sus destinos por separado.

Esta parte de lograr una adecuada comunicación es muy difícil porque, normalmente, el terapeuta se enfrenta a una alteración de los estados del yo de los pacientes. ¿A qué nos referimos con esto? Pues las parejas no siempre suelen realizar el desapego como dos adultos que afrontar la realidad y se comunican como tal; lo que sucede, normalmente, es que comienzan a darse las provocaciones, los reproches, insultos, etc. Por ejemplo: “Si no fueras una enferma de celos hubiéramos podido continuar con la relación”; en dicha frase, vemos que el “yo” no es el de un adulto que increpa y responsabiliza al otro, que acusa, califica e insulta”. Ese comportamiento es el de un “niño” que reprocha y no comprende que la separación siempre será responsabilidad de las dos partes; no hay víctimas ni victimarios, solo dos adultos que deciden no caminar juntos en la vida.

Solo para aclarar algunos conceptos mencionados en el párrafo anterior: un gran aporte de la psicología humanista es lo que se denomina “Análisis Transaccional” propuesto por Eric Berne: Este indicaba que en todos nosotros existen tres estados del Yo: padre – adulto – niño. En ese sentido, la exploración que debe hacer el terapeuta será la de analizar si los tres estadios se encuentren alineados y que ninguno se sobreponga al otro. Llevándolo al plano de la terapia, por ejemplo, tenemos perfiles que arrastran, de una forma poderosa, el estadio del niño, por ende, su comportamiento durante la relación sentimental será complejo cuando se trate de afrontar conflictos propios del devenir de la pareja. En ese sentido, si nuestra pareja evade, acusa, insulta, reclama sin argumentos, es egoísta, quiere decir que su niño sale a relucir. Por lo tanto, separarnos de una pareja donde sus estadios del Yo están desequilibrados emocionalmente será un proceso duro.

Finalmente, debemos decir que la separación es un proceso donde no vale una “terapia express” (algunos pacientes creen que en una sesión resolverán todas las heridas del pasado) pues habrá, en primer lugar, que estabilizar a las parejas, ver sus estadios del yo y hacer que el término de la relación se dé entre dos adultos.

Todo eso es parte del sendero que deberá recorrer la pareja para lograr un adecuado desapego emocional y donde la última conversación no termine en un “te odio” o en un “no quiero verte jamás”. Lo que se logra en terapia, es decir: “gracias por todo lo que hemos aprendido juntos”, “lo vivido no fueron errores, sino experiencias que no supimos manejar; sin embargo, me acompañaste una parte de mi vida y te lo agradezco”